Nos definimos con una serie de características: “activa, vital, resolutiva, etc.”. Al reconocernos en una identidad excluimos los contrarios y esto deriva en una valoración: “lo bueno es ser activo y ser pasivo es malo”. Nos identificamos en un polo y despreciamos el otro polo.
Descartar un polo o rechazarlo no lo convierte en negativo, malo o innecesario. Todo polo depende del otro. Como en la respiración, la inhalación depende de la exhalación y sin la existencia de uno no puede existir el otro. En toda polaridad hay una unidad. Los seres humanos al rechazar los opuestos nos encerramos en nuestros mini mundos aferrados a una identidad. Sin siquiera saber sí somos eso que creemos ser o si nos dominan los personajes con sus mecanismos de defensa adquiridos y nuestro ser genuino sufre oprimido sin poder salir. Sumado el control que ejercemos, consciente o inconscientemente para que todos y todo sea acorde a nuestras encajonadas creencias.
Eugenio Carutti define que el “amor es privilegiar el vínculo por sobre la identidad”. Prevalecer a los otros, a sus variadas naturalezas y ocuparnos especialmente de lo que rechazamos nos llevará a sentirnos unidos, entendiendo que sin los otros polos no podemos existir, como el día y la noche.
Aprovechemos, entonces, las situaciones y personas que el destino nos pone delante y dejémonos transformar por cada vínculo, libres de la forma que creemos tiene que adoptar. Cada vínculo es especial, único y viene a transformarnos.
